martes, 5 de julio de 2011

CNI

- ¿Trayecto largo o corto?

No pensé demasiado la respuesta. Prefiero lo largo para que dure más…

- Largo.

Me sirvió de guía. Salimos de Vicálvaro y enfilamos hacia Vallecas. Pasamos delante de ese lugar donde dormimos nuestro último sueño. Dejando las tapias atrás, dirigí la mirada hacia los cipreses que esperan...

Atravesamos Vallecas. Encontré el barrio desconocido. Se deja abrir el paracaídas y se aterriza donde se puede. En mis años jóvenes y desde la ventana de mi puesto de trabajo, podía ver innumerables personas delante del edificio de Emigración. Se buscaba fuera lo que no teníamos dentro. Ahora son otros los que vienen a vernos. Ese barrio vallecano, se ha convertido en un lugar cosmopolita. A ambos lados de las aceras, los viandantes entretenían la noche. Gente joven, practicando deporte; las bombillas de los escaparates, hacían coquetueños guiños tentando al viandante; vecinos sentados a la fresca, entretenían la noche calurosa; el olor a fritura proveniente de puestos callejeros, pegaba bofetón...

Al verla, sentí sobresalto. Me encontraba a sus pies. La diosa, majestuosa, soberbia, llevaba el mando del carro y los leones que la rodeaban le rendían pleitesía. Fue un impulso. Abrí la ventanilla y extendí el brazo. Hubiese querido que esos chorros, que brotaban de los caños con fuerza, se enredasen entre mis dedos. Dejamos la Cibeles atrás y nos tropezamos con el Palacio de Linares. A través de sus tejados, percibí una figura blanca, paseándose con risa burlona. Enfilamos hacia la Gran Vía. En cierta ocasión una mañana de domingo a temprana hora, entré en una de sus múltiples cafeterías. Las calles lucían vacías y llenas de sueño. El aspecto de las aceras deprimía un poco. Vasos, papeles, cigarros...¡ en fin, todo lo que engloba la fiesta y algarabía ! Los barrenderos barrían con sus escobones, los restos del sábado noche.

Siguiendo con el trayecto, nos topamos con el Teatro Real. No tardando mucho, engarzaré mis perlas en el cuello, calzaré zapatos de cristal, elegiré color de lentillas, peinaré moño alto y me adentraré en ese teatro. Sentada confortablemente en el palco, dejaré que la melodía me arrastre hacia donde ella quiera. Del diferido, pasaré al directo.

Me sentía feliz y confortable oyendo la charla amena de mi hijo.

Enfilamos la carretera de La Coruña, rumbo a la sierra.

De pronto señalando un edificio situado a mi derecha, mi hijo Manuel comentó:

- Este es el CNI, Centro Nacional de Inteligencia.

Lo miré. El edificio en sí no me dijo nada. Uno más. Sin embargo, observé detenidamente dos pequeñas luces que miraban a lo lejos.

Sentí escalofrío. Aquellas luces, semejaban dos ojos profundos, inquisidores, que lo vislumbran todo...

Seguimos carretera adelante.