domingo, 9 de octubre de 2011

Partituras


-¿Da Vd. su permiso?
-¡¡ Adelante!!
Entró con paso vacilante en la estancia. La boina bailaba entre sus temblorosas manos.
La imponente presencia que estaba enfrente, formuló la pregunta:
- ¿Qué se le ofrece?
- Siento molestarle señor, pero me temo que las cosas abajo no andan nada bien. Se palpa la tensión. Son muchos problemas los que acucian al espectador y les están dando por todos lados…
-¿Y...?
- Hay que hacer algo. Me limito a cumplir mis funciones en el momento que me toca el turno, pero les he cogido cariño. Todos ellos me inspiran una gran lástima y compasión. Los rozo constantemente y se percibe en sus rostros tensos y en sus andares cansados, un gesto de derrota. Tiene que haber alguna solución para dar paso a la tregua y dejar que la esperanza anide en sus corazones. Tal y como está el panorama de oscuro y grisáceo, la cosa no lleva buenos derroteros. Se aunan demasiados elementos negativos para no dejarlos levantar cabeza. Señor, no le pido más que un poco de cálida luz. Me gustaría, repito, iluminar esas vidas grises, vacías y sin alicientes de ningún tipo. Es cuestión de cambiar las sombras por la luz y el sol. Simplemente darle un toque a mi compañera y que salga por un rato a la palestra…
- Hay que esperar y dar tiempo al tiempo…
- Ya lo comprendo, pero póngase Vd. en el lugar de estos seres que pueblan el mundo y, ante todo lo que tienen y no tienen, la sensación de pérdida es muy grande.
-¡¡ Amigo mío, conozco todos los colores del arco iris!! He vivido las luces y las sombras, el frío y el calor, la furia y la placidez, la exaltación y la calma, la risa y la lágrima, la alegría y la pena, la impotencia de la rabia, el grito silencioso…
Su interlocutor con gesto compungido y conteniendo la furtiva que pugnaba por salir a chorro, respondió:
- Comprendo que todo tiene que seguir un orden y no se pueden cambiar las estaciones, pero, repito, adelantar un poco… no estaría de más. Es una forma de que no se llegue a la desesperación.
- Nada que hacer. Puede retirarse.
Esa voz que momentos antes hablaba vehemente y con tono de súplica, salió de la estancia con pasos vacilantes.
Amanecía. Tenía que bajar y dar paso al chaparrón copioso, el viento huracanado, la fría escarcha.
La presencia que se encontraba en el espacioso salón, dirigió sus pasos hacia el piano. Sus largos dedos acaricieron el teclado. Con extrema suavidad, dejó que se deslizasen sobre el mismo y que esas notas invernales, diesen pasos de baile...
La llegada de la Primavera, tendría que esperar su turno.
Horas más tarde, se levantó un fuerte viento y la lluvia repiqueteó en los cristales.
A través de la ventana abierta, esas gotas lluviosas salpicaron las partituras de música…

¡ Busco una carcajada !

Es lo que hay. ¿Y por qué no contarlo? Mejor dicho, es lo que he visto y no hubiese querido ver. La infusión de menta hizo efecto y me sentí como un león sin jaula. No sabía muy bien en que invertir el tiempo. Decidí asomarme a la ventana de mi salón. Más o menos lo de siempre. En esta bendita ciudad donde un día aterricé, predomina el mal tiempo. No pasa nada. Abres el paraguas y sigues capeando el temporal.
Abrí la ventana y respiré una bocanada de aire fresco. He aprendido las técnicas respiratorias de inspirar y expirar y lo paso chachi. Mis pulmones, por otro lado, me lo agradecen. Allí estaba, con los codos apoyados en la ventana y mirando hacia la calle.
Dos escenas muy distintas, acapararon mi atención. Un abuelo con su pequeño nieto. El niño hacía volar una cometa de vistosos colores. Mientras tanto el anciano, desde un banco, contemplaba con una sonrisa en los labios a ese pequeño feliz que correteaba de un lugar a otro y tiraba de un cordel mientras alzaba la vista hacia la cometa que salía al encuentro de las nubes.
Sonreí al contemplar la escena. Dejé vagar la mirada distraídamente y observé otro paisaje distinto. Una mujer, desaliñada y con viejas ropas, hurgaba dentro del contenedor de las basuras. A medida que hacía selección, introducía en una bolsa de plástico lo que creía que se podría aprovechar para poner en la mesa. En un momento dado, cogió una manzana y la contempló atentamente. Le dio varias vueltas a la misma. La frotó en la manga de su raída chaqueta, y no esperó a que sirviese de postre. Hincó los dientes con fuerza y dejó que el zumo resbalase por la comisura de los labios.
La acompañaba un niño de corta edad que contemplaba con ojos de sed, el movimiento de la manzana a la boca…
Miré hacia ambos lados de la calle. Crucé esas dos escenas. El abuelo con su nieto y una bonita cometa de colores, que vislumbraba el mundo que tenía alrededor.
En la otra esquina, se elegía el menú para la cena.
Respiré profundamente el aire de la tarde y decidí cerrar la ventana. Hacía frío y se estaba levantando un poco de viento…
Ya lo he dicho en otro lado. Me gusta escribir lo que veo aunque quisiera no haberlo visto...
Y ahora que lo pienso. Hace tiempo que la carcajada no acude a mi lado. Tendré que salir a su encuentro…
Es posible que aparezca.