Cuando se producen los amaneceres que avisan de un nuevo día que vivir, tanteo en mi mesilla de noche. Busco el botón de mi querida y pequeña radio. Va conmigo a todas partes. Forma parte de mi vida y me resultaría difícil prescindir de ella. Me he comprado una nueva. No tenía otra alternativa. Observo con ternura, la que ha permanecido durante mucho tiempo a mi lado. Está gastada y cansada. Han sido muchos despertares a tempranas horas. También ha trasnochado lo suyo. Incluso muchas de las veces, se ha tenido que despertar de madrugada. La más fiel compañera. A mi lado siempre. No protestaba cuando le decía: "cuéntame cosas". Últimamente se lo pedía con miedo y en voz baja. A medida que me hablaba, si las noticias que me transmitía eran buenas y agradables, le suplicaba que elevase un poco la voz. De no ser así, la mandaba callar. Unos días suscitaba llanto. Otros, hacía brotar la sonrisa.
¡ Mi querida y pequeña radio ! Voy a comprarte un estuche de terciopelo, para que descanses y te sientas arropada.