martes, 1 de noviembre de 2011

La manta era para el perro...

Oteé a través de los cristales. El día no invitaba a dar pasos, pero venciendo la pereza me dirigí al perchero a coger el abrigo. A punto de salir por la puerta, escuché su voz a mis espaldas:
- ¿Vas a ver si encuentras algo que escribir?
Asentí. En la vida que nos envuelve, está escrito todo. Ante la proximidad de las Fiestas Navideñas, se percibía algarabía y bullicio en las calles. Ya en la esquina, no supe que rumbo darle al timón. Enfilé calle abajo. Me encontraba en la milla de oro y quise conocer el glamour de otros. Los escaparates lucían sus mejores galas y en la joyería brillaba, con fuerza, el diamante. A pesar del intenso frío, el ambiente festivo calentaba por dentro. Los viandantes portando sus regalos, apresuraban el paso. Decidí hacer cruce de acera y seguir curioseando por el lugar. Me sorprendió, desagradablemente, el otro lado del paisaje. La mendicidad se sentaba en la fría acera y esperaba la caridad de otros. En las puertas de las iglesias, los mendigos portaban la cesta de mimbre vacía. Otros, sin cesta, mostraban cajas de cartón de viejos zapatos.

¡¡Que curiosa es la vida!! De los gozos de unos, se pasa a las sombras de otros.

Pasé delante de él. Me fijé de refilón en su persona y seguí dando pasos. De pronto me quedé parada pensando en la escena que había visto.

Retrocedí y volví al lugar. El hombre era mayor y tenía aspecto de ser de otro país. Pelo canoso, delgado y desmejorado, portaba en la mano un plato metálico. Uno más de los muchos – pensé –

Aquel era distinto. A su lado dormitaba un pastor alemán. Estaba tapado con una manta de cuadros rojos y negros. Asomaba debajo de la misma, su cabeza.

Su dueño estaba aterido de frío. Vestía ropas ligeras y veraniegas. Pude percibir que su mano temblaba.

Había decidido abrigar, con esa manta de lana gruesa, al único amigo que tenía y le hacía compañía.

No recuerdo en estos momentos la frase que le comenté. Me despedí de él y seguí mi camino. Hice esfuerzos para que la lágrima furtiva no escapase...
La manta era para el perro...