martes, 1 de noviembre de 2011

La furgoneta de google...


A punto de dar varias vueltas a la llave para no tentar al posible delincuente, me percato que no hice uso de las pinturas de guerra. Vuelvo sobre mis pasos y me acicalo. No faltaba nada en el careto. Una pincelada de rímel adornando mis largas pestañas, rojo pasión en los labios, y un toque de laca por la sedosa cabellera. Contenta y esperanzada, salgo por el portal y miro hacia los lados. ! Vaya hombre hoy que me siento favorecida, la furgoneta no hace acto de presencia ¡
Enfurruñada enfilo hacia el paseo marítimo y con el recuerdo me voy a otros lares...
Aquella tarde de lluvia, viento, y ruidos que provenían del exterior, ante mi semblante melancólico y soñador, me hizo la pregunta:
- ¿Añoras el mar, las gaviotas, el silencio y el sosiego?
Tuve que confesar que así era, aunque el lugar en el que quería estar era en el que me encontraba.
Lo malo de la morriña es que va contigo a todas partes. Te agarra fuertemente de la mano para hacer sentir su presencia.
- No te preocupes, vamos a entrar en internet y ya verás como vas a ver tu calle.
Ante la observación me quedé un poco sorprendida. Le dimos al botón de encendido y dirigimos nuestros pasos hacia Google. La flechita del ratón, siguió buscando. ¡Oh sorpresa! Mi calle gallega, el portal, la fachada principal y la terraza donde cuelgo mis paños menores, estaban ante mi preencia.
Asombrada, exclamé:
- ¿Como es posible?
- Muy fácil, es la furgoneta de Google que lo vislumbra todo y pasea el mundo para dejar constancia de cada rincón del mismo. Y ahora te voy a enseñar otra cosa que te va a sorprender más.
En esta ocasión, nos fuímos muy lejos. No hizo falta subir a un avión y atravesar un oceano. Simplemente desde nuestro confortable salón y dejando que el ratoncito bailase el mambo, nos llevó a Estados Unidos. Fuimos a parar nada mas y nada menos, a la hermosa California. Como no queremos dar más pesquisas al posible lector, omitimos datos. Diremos, simplemente, que en un determinado lugar, un día y a temprana hora, esa furgoneta, curiosa y cotilla, pasó por una urbanización y plasmó la imagen de la jovencita que iba hacia el paseo marítimo a dar una larga caminata. ! como suena ! Incluso fotografió el coche, del que era propietaria, aparcado a un lado de la acera.
La protagonista principal de la historia, sonriendo y viendo mi cara de asombro, me hizo ver que cuando la nostalgia hacía presa de ella y añoraba ese lugar donde transcurrió un año de su vida, dirigía la flechita hacia Google y podía ver la casa con las ardillas, el jardin, la ancha avenida, la playa..
Ante el asombroso acontecimiento, pensé que las casualidades existen...
Millones de habitantes moviéndose por el mundo y en el momento que sales de tu casa, a primeras horas de la mañana, te sacan la foto y te dejan plasmada para el recuerdo. Se decidió apagar el ordenador y seguir la conversación por otros derroteros. Por más que intentaba distraer mi mente, no podía dejar de pensar en las escenas presenciadas en la pantalla y sentír en el paladar, un regustillo amargo. Ya sabía que cuando saliese del domicilio particular, había que acicalarse y emperifollarse por si aparecía la furgoneta de "google" y te hacía la foto...
Aquí estamos expuestos en el escaparate, como si de un circo se tratase: ¡ pasen, señores, y vean...!
Creo que le voy a dar al botón de borrar e irme a merodear al monte. Una buena bocanada de aire puro y fresco, le vendrá bien a mis pulmones...